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¿……………………………Y cómo sigue la historia de Fraynoquiso?

Yo había estado muchas veces en Fraynoquiso. Íbamos en familia, comíamos allí y echábamos la siesta en la Pumarada que hoy no existe y siempre recuerdo como si fuera hoy como me quedaba mirando completamente absorto la imponente fuerza del agua, que canalizada, movía las muelas del molino con un ruido ensordecedor. No tenía mayor interés para mí, en la adolescencia y en la juventud uno está mas pendiente de quedar con sus amigos y hacer otras cosas más propias de un chico de ciudad.

Pasaron los años, las visitas se distanciaron cada vez más y en las ultimas oportunidades Fraynoquiso era un edificio ruinoso y ya con menos interés que nunca, salvo el de acompañar a mi madre un sábado o domingo…

Después la universidad, la apretadísima agenda, como no, con cosas de escaso interés y el comienzo del mundo laboral, y ahí los viajes, al principio por placer: Gambia, Estambul, Ushuaia, el Lago Ness, un Mundial de Rugby…. Y me vine arriba, demasiado arriba, Arabia Saudí fue mi primer estrepitoso fracaso, el mundo laboral en el extranjero no es el que muestran en la tele. En Arabia entraba y salía del campamento en el que me alojaba custodiado por vehículos blindados con ametralladoras que detrás de sacos terreros nos apuntaban hasta que sabían con certeza quienes éramos, en Bolivia tuve un aterrizaje de emergencia en un vuelo, en Guatemala tuve un accidente de tráfico y después el dueño de la finca al que habíamos roto el vallado al salirnos de la carretera nos amenazó con un machete hasta que le pagamos los daños, en Honduras antes de decirme “hola” al llegar me dieron unas instrucciones de seguridad del tipo de “tírate al suelo en todo caso sin preguntar”, en México tuve que pagar para entrar a trabajar en una refinería y en Colombia me entrenaron en como al recibir una clave en el móvil debía dejar lo que estuviera haciendo para evacuarme a un puesto militar puesto que al automatizar una instalación algunas personas iban a perder su trabajo y se esperaban revueltas. Todo ello aderezado con jornadas maratonianas de trabajo y con estrés laboral extremo. Intercalé en alguna ocasión un trabajo en Madrid, pero me resultaba igualmente fatigoso…

Y cuando con cuarenta años empiezas a preguntarte si es lo que te espera hasta que te jubiles, un día, surge la oportunidad de adquirir El Molín, hago unos números rápido y meto en las ecuaciones un factor de riesgo alto…… y nos lanzamos (ya no estaba yo solo), adquirimos una parte con la mayor ilusión del mundo y nos pusimos a trabajar, con poca experiencia previa, pero con mucha ilusión.

Conocimos lo peor de la condición humana, (que no formaba parte del factor riesgo) pero aquí seguimos, con altibajos y con la completa certidumbre de haber acertado en la apuesta. Ahora todo es diferente, trabajamos mucho, más que antes, pero es gratificante el trato con la gente, algunos ya nuestros amigos, las reuniones las hacemos a la hora del desayuno bajo los rayos del sol en la terraza escuchando los pájaros y viendo algún venado o corzo que se encamen por algún “castañeu” cercano y preparamos Fraynoquiso para que los que nos vengan a ver estén contentos, eso sí, siempre que algún vecino no necesite ayuda para “tornar les vaques” o algún otro favor como los muchos que nos hacen a nosotros. Disfrutamos de la naturaleza y de la calma que proporciona un sitio como éste y esperamos seguir haciéndolo por mucho tiempo más.

18/02/2024.